2:39 de la mañana, nunca había escrito tan de noche, tan despierto. Hace mucho no reía como hoy, ni me levantaba con la sonrisa y miraba por la ventana para calcular el frío y decir seguro hará calor aunque no fuera cierto. De jueves a viernes algo cambió. Me cansé de no sentirme bien. Es raro, me gusta vivir bien, feliz, alegre. Disfrutar cada día lo mejor que se pueda. Pero algo pasó. Ese algo día a día me hizo más pesado mi camino por las carreteras, más largo la parte del trabajo y más caótico mi cuarto. Uno nunca sabe cuando es suficiente hasta que sabe que es demasiado. La naturaleza es fabulosa. El cuerpo humano me sorprendió. Como si de repente me picara el pecho diciendo no está bien que estés así. Con el paso de los días te vas haciendo consciente que no estás bien. Te da algo por verte triste. Te miras al espejo y te alegras de verte vivo pero luego lo piensas mejor y recuerdas que estás triste. Con esto ya vas pensando en ir cambiando, que algo en ti no está bien. Hasta que un día te levantas y ya ni siquiera piensas en como estás. Te miras al espejo antes de la ducha y te sorprendes del rostro que está frente a ti. Te alegra verlo, dudas un segundo y aceptas que eres tu, que estás vivo y te sorprendes de tus ojos, de la barba, del pelo. Es como si te vieras de nuevo. Cae el agua y limpia tu cuerpo y de repente el día empeora y llega la noche y dices voy por buen camino. Así que el viernes te levantas diciendo se terminó, diciéndole a todo lo malo, adiós que de ti no tengo interés en saber nada y cuando eres completamente consciente de lo que pasa te alegras y te sientes más vivo. Simplemente recuerdas que merece la pena y al fin de cuentas, uno decide si algo le hace daño o no.
Este viernes que terminó hace casi tres horas me recordó lo mucho que me gusta estar contento. No se cuanto de mi ha cambiado. Solo tengo algo seguro, me gusta vivir volando y saber que uno puede seguir siendo el capitán de los niños perdidos...
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