A todas horas, uno espera encontrarlo. Tengo los audífonos puestos mientras estoy trabajando. Podré escuchar los clásicos de Silvio. Para vivir de Pablito. La leyenda del tiempo. Sin embargo, llega un momento que lo que quiero es el silencio. Así que sin darme cuenta los sonidos se pierden lentamente. La voz de mis jefes no son más fuertes que el viento. Ni los comentarios vulgares de mis compañeros llegan a mis oídos. Podrá sonar mi teléfono y darme cuenta media hora después de que tengo varias llamadas perdidas. Solamente llega el momento, en el que somos uno con el silencio.
Todos los días antes de dormir lo espero. Así como al ver la lista de contactos que tengo y lo único que hago es verla, seleccionar algún contacto y solo mirar la ventana en blanco. Por momentos me pasa con mis amigos en cualquier café. Sentados viendo como pasan los años y seguimos siendo iguales. Entre tanta marea, al rededor de nada. Junto a miles de personas, en todos lados. Sin darnos cuenta. Sin saberlo yo verdaderamente, le pido al silencio que se manifieste, que me hable con su ausencia de sonido. Que me sorprenda cualquier tarde y me diga lo mucho que convivo con el. Solamente espero que nunca sea eterno y que siempre como mi sombra me siga a todas horas.
El silencio es un grito.
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