Me pregunto a que sabrán 200 años de independencia, porque lo que mi tierra vive es todo menos eso.
Me despierto temprano, desde hace unas semanas tengo un insomnio de maravilla. Cualquier mortal le gustaría poder dormir como robot de 12 a 3 de la mañana y levantarse tan fresco como una manzana. Ponerse a hacer ejercicio y volver a la cama para realizar los trabajos en la otra vida, la vida que llevo en la imaginación, el pasear por las calles con un libro bajo el brazo y con las realidades mas saboteadas que nunca. Después de las 6 me pongo a hacer la rutina del que trabaja, del que vive el día a día en la realidad más asombrosa del México antiguo, es decir, el que no es ni será nunca escrito en los libros de historia. El que como yo, vivimos millones de mexicanos esperando otro mundo posible que sea como el que mis padres soñaron cuando con el puño en alto marchaban por las calles de sus países tan unidos como lejanos.
Sabrán por la presente que regresé al camino, que es volver a lo cotidiano del que se despierta temprano.
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